LAS COSAS NUNCA SON NEGRAS O BLANCAS
Era una noche sombría, las pequeñas farolas de aquel callejón iluminaban las baldosas uniformes de una extraña y siniestra forma. Los árboles de alrededor parecían estremecerse ante el aura de la noche. El gran cielo estaba totalmente despejado, la única compañía que poseía eran las incontables estrellas que se hallaban en el universo aún poco conocido. Una persona parecía acercarse lentamente agarrando la rienda de un caballo que le acompañaba obedientemente. El hombre tenía una expresión tranquila, pero tampoco mostraba una cara jovial, vestía una sobrevesta templaria y caminaba con actitud realmente admirable de la gran confianza que desprendían sus firmes pasos, propios de un caballero. Al otro lado, cerca de la acequia, se hallaba otro hombre de prominente barba blanca, ojos pensativos, un gorro que le aguardaba del frío y una vestimenta un tanto peculiar. Estaba sentado con una postura meditativa cuando de pronto se percató de la presencia de otro ser a tales horas d